viernes, 6 de enero de 2012

Con papa

De las miles de ideas que tiene papa para pasar tiempo con sus hijos la que mas aventuras nos trajo fue la de: Ir al trabajo con papa para ayudarle y de paso no rompan las bolas en casa.
Una tarde de verano recuerdo algo así como que papa me llamo para que le ayudase en el auto de esa época, una chata destrozada que quería arreglar.
Fuimos con mi prima al garaje y encontramos los restos mortales de la camioneta desparramados por el lugar y papa con cara de buen cirujano me dijo: voy a poner el motor, pero no puedo solo vas a tener que levantarlo para que puedo ajustar los…. (Palabras de mecánica que nunca aprenderé).
Quisiera hacer un aparte para contar una peculiaridad del tipo anecdótico dentro de la anécdota, los autos del tipo que papa consigue vienen con el mismo lema que las heladeras de los nazis: "para toda la vida". Y como todos sabemos lo único que dura para toda la vida es la azúcar (si no se moja) y el acero (elemento constitutivo de las famosas heladeras): ergo la camioneta de papa era un ser de acero (y demases aleaciones) que pesaba TONELADAS. Entendido esto ya se presupondrá que el motor que tenia que “levantar” no pesaba en kilos, si mas bien en toneladas.
…. Apartado de apartado, en esa época tenia la dicha de pesar 60 kilos, lo que me hacia de una talla casi esquelética (salvo por la cola, herencia), presuponemos que un fuese una hormiga que puede levantar hasta siete veces su peso: ni así podía ¿NO?
   
He aquí una discusión con mi hermano, el cree que el motor estaba conectado a un sistema de poleas que hacia mas fácil y liviana el alce de semejante mamotreto. En mi opinión era mas a la física fáctica un punto de apoyo y un palo para levantar el motorcito, mas antiguo (como Arquimedes, como la chata).
En fin, papa empezó a ajustar los “brusum-brusum” mientras yo temblaba para que el motor no se cayera en la cabeza de mi padre. HA!  No les conté, ¡Si¡ Los “brusum-brusum” que papa tenia que atornillar estaban justo debajo del motor que oscilaba encima de su cabeza que como buen padre confiaba ciegamente en su hijo.
Volvamos a la escena, yo sudando y temblando pensando en mi próximo Orfanato, mi padre que plácidamente manejaba las herramientas para arreglar la camioneta, el motor que colgaba o era parte de un sistema de palanca, mi prima atónita (sin hacer nada, obvio). Recuerdo escuchar el ruido de la palanca romperse, el grito y papa sano y salvo; o fue parte del sueño, no me acuerdo bien.
Lo que se es que después de eso no me acerque al garaje como por dos meses.